Teodoro
Bardají nació en Binéfar, Huesca, en 1882.
Hoy en día es
considerado por muchísimas personas como el mejor cocinero español del siglo
XX.
Descendiente
de una familia de cocineros, fue enviado a Madrid como aprendiz cuando era
niño. Trabajó en muchísimos lugares, entre ellos el Casino de Madrid o el
Palacio Real, en tiempos de Alfonso XIII. Su buen hacer lo llevó a trabajar en
la casa de los Duques del Infantado, donde permaneció más de veinte años.
Hoy en día los
cocineros son conocidos por el número de estrellas Michelín. En aquellos
tiempos por su trabajo y buen hacer. Fue homenajeado, condecorado y agasajado
por ello. Falleció en 1958.
Un cocinero
para la historia.
He aquí el
soneto que le dedicó Carlos Miranda en El Liberal (diario madrileño):
No le envidio al Marqués de Santillana,
Duque del Infantado su riqueza,
porque vivo feliz en mi pobreza,
sin pensar en el día de mañana.
Tampoco su salud aunque es muy sana,
ni sus títulos varios de nobleza,
ya que mi pequeñez -con su grandeza
de espíritu- se siente soberana.
Ni sanidad, ni aristocracia, ni oro,
le envidio al Marqués-Duque, y sólo quiero
de él que me ceda su mejor tesoro:
Su sin par cocinero y repostero,
pues hombre es Bardají (don Teodoro)
que no se paga con ningún dinero.
Escribió la receta
del Recao de Binéfar, que sirvió para dar nombre a un plato ya para dar a
conocer a un pueblo, en El Gorro Blanco, en la edición correspondiente a
febrero de 1922. Y tal y cual la escribió (salvo los ingredientes), la
trascribimos.
Ingredientes:
Judías blancas
Patatas
Arroz
Una cabeza de ajos pequeña
Una cebolla pequeña
Una hoja de laurel
Media guindilla seca
Una cucharada de pimentón dulce
Agua
Aceite de oliva del Bajo Aragón
Sal
“En el Alto Aragón se hace un guiso
casero y familiar que se conoce con el nombre de “recao”, o recado, indica en
castellano, en una de sus acepciones, “todo lo necesario”, por ejemplo, recado
de escribir. Y este significado tiene en Aragón el nombre del guiso, que
equivale a una comida completa.
En una olla mediana se ponen a cocer,
según buena costumbre, o sea, con agua fría y sin sal, 250 gramos de judías
blancas. Al primer hervor se retiran y se dejan cinco minutos, tapadas, fuera
del fuego; pasados éstos, las judías se habrán precipitado al fondo de la
cacerola; entonces se les cambia el agua que tienen por otra fría y se acercan
de nuevo al fuego dejándolas cocer despacio hasta que estén tiernas, pero
añadiéndoles en cuanto se cambia el agua una jícara de aceite crudo, una cabeza
pequeña de ajos, media cebolla picada, una hoja de laurel y un poco de pimienta
o pimentón picante, todo ello en crudo. Cuando las judías están casi cocidas,
se añaden la sal necesaria y dos patatas grandes cortadas en cuadritos del
tamaño aproximado al de las judías, procurando que el guisote se conserve
caldoso. A los cinco minutos de haber comenzado a cocer las patatas se
incorporan al conjunto unos cien gramos de arroz. Cuando todo ha cocido
perfectamente, se prueba el gusto de sal y si está bien se sirve, teniendo en
cuenta que no debe estar seco, sino caldoso, aunque no en demasía.
Hasta aquí el “recao” de Binéfar, que
constituye el primer plato de la comida del mediodía cuando hay otro principio
de más enjundia, aunque no está de más advertir que este guiso reemplaza en las
montañas aragonesas al cocido, y que se le adiciona, cuando se puede, carne,
tocino, jamón, algún embutido casero y las consabidas tortetas o patacas, en
aquellas tierras. Todo se pone a cocer al mismo tiempo que las judías, si bien
lo más corriente es emplear un trozo de alcorzadizo, o carne de pecho de
carnero, y algo de tocino añejo, casi rancio, que da mucho sabor con poca
cantidad. El tocino se reemplaza casi siempre por una pella de manteca de
cerdo, que los montañeses llaman “ensundia” o enjundia.”
Se sirve caliente, recién
hecho, en un punto medio entre caldoso y seco. Este plato constituye el primer
plato del mediodía.
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