También llamado apagacandil,
apagavelas (Aragón), barbuda
(Castilla), pixacá barbut o bolet de tinta (Cataluña) o Urbeltz galpardun (Euskadi), los Coprinos comatus son una especie
muy conocida y popular. Muy buen comestible. Los matacandiles (a partir de ahora los llmaremos así) son
fáciles de identificar por su aspecto; con un poco de fantasía pueden recordar
a la silueta de una persona envuelta en un grueso chaquetón blanco de pieles.
La carne es tierna y blanca al principio, que es
cuando puede consumirse con
olor suave pero agradable.
Resulta muy frecuente en praderas
de pastoreo, bordes de caminos por donde pasa el ganado, cunetas, lugares
estercolados y linderos.
Abundante desde primavera hasta finales de otoño.
Aconsejamos no recogerlas si están en un lugar por
el que pasen vehículos de motor, pues absorben el anhídrido carbónico que
desprenden con mucha rapidez.
El matacandil es una deliciosa seta comestible que tiene la propiedad
de ser delicuescente, y se transforma en tinta rápidamente. Esta virtud, se
cuenta, fue aprovechada por Adolf Hitler para firmar secretamente determinados
documentos con esta tinta, de manera que en caso de duda sobre la autoría se
pudiesen observar al microscopio las esporas que contenía y verificar la
autenticidad.
A pesar de su aspecto, que la hace
fácilmente identificable, y de su gran calidad gastronómica, no es hoy día una
seta muy buscada ni consumida por los seteros, debido posiblemente a su gran
rapidez para licuarse. El hecho de aparecer a menudo muy manchada de negro, no
le confiere aspecto apetitoso.
En algunos países, sobre todo
asiáticos, se cultiva en estiércol y se comercializa. Es básicamente una
especie que se cosecha para autoconsumo, aunque podría comercializarse en
conservas y platos preparados. Algunos recolectores que proveen asiduamente a
restaurantes las recogen y suministran el mismo día.
El mayor problema lo plantea su
rápida descomposición, ya que posee unas curiosas sustancias que licuan el
carpóforo. Se ha descubierto que existen variedades o cepas capaces de resistir
3 ó 4 días sin estropearse, lo cual es sumamente interesante de cara a su
cultivo y comercialización.
Los
ejemplares jóvenes son excelentes, delicados y tiernos. Se deben consumir solo
las setas con las láminas blancas y tenemos que tener en cuenta que el pie de
estos ejemplares es aprovechable.
El método más interesante para cocinarlas es el que se
emplea en la mayoría de las setas comestibles. Tan solo necesitamos matacandiles con las láminas
completamente blancas, aceite de oliva virgen extra y sal.
Se parten longitudinalmente en dos mitades y se
colocan en la plancha o sartén con las láminas hacia arriba. Se rocían con unas
gotas de aceite y se salan. Cuando pierden la rigidez y han soltado su jugo,
están dispuestos para que admiremos su delicado sabor.
Ingredientes:
Matacandiles
Huevos
Sal
Aceite de oliva del Bajo Aragón
Modo de hacerlo:
Limpiar bien los matacandiles ayudándonos de un
cuchillo y un pincel plano ancho.
Cortarlos en trozos a lo largo y a lo ancho.
Colocar una sartén al fuego con aceite de oliva de
baja acidez (0,4).
Echar las setas cortadas en la sartén.
Mientras se fríen batir dos o tres huevos,
añadiéndoles un poco de sal.
Cuando las setas estén bien hechas, añadir a la
sartén los huevos batidos, revolviendo sin parar, hasta que el conjunto cuaje.
Servir calientes.
¡Qué pintaza tiene¡
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